Bloody Mary, o la cruda realidad
Por Moisés Castillo
Animalpolítico.com

Esteban es un joven que creció marcado por la ausencia y la muerte, cuando apenas entendía las cosas del amor. El odio y la desconfianza que tiene hacia Sebastián, su padre, avivó los laberintos espinosos que pensó haber escapado años atrás. La omnipresencia de Sebastián, un hombre egoísta, vil y perverso, casi lo deja sin aliento. Esteban nunca olvidará que su padre siempre lo trató como un niño ignorante, pero sobre todo, nunca perdonará las traiciones y chantajes que provocaron llantos eternos a Margarita, su madre.

Sebastián se creía un aristócrata, un hombre de la realeza viviendo en México. Su aspecto es impecable, la elegancia cubría su piel. Su mejor pasatiempo, además de cortejar a las mujeres, fue exhibir a su hijo Esteban…
“No tengo dinero ni nada que dar”, él la acompañaba, “lo único que tengo es…”
“El que canta eso es un maricón”, le dijo su padre cuando lo sorprendió cantando con Emilia. Lo agarró de la nuca y lo llevó a su estudio. “Mejor dedícate a leer, sólo falta que vayas a salir ignorante y vulgar; así no podrías ser noble”, le dijo y prendió un puro.
La lucha infinita y dolorosa entre padre-hijo es el tema de Bloody Mary, la primera novela del escritor Luis Muñoz Oliveira, editada por Random House Mondadori. Bloody Mary es una novela  que buscará a sus lectores, no se quedará huérfana. Buscará personas con heridas abiertas, almas desoladas y gente que tenga cuentas que saldar. Luis Muñoz Oliveira usa varias voces para atraparnos con su Bloody Mary y, después, toma el control de la historia con el personaje de Esteban.
Julio Cortázar decía que el personaje en sus novelas es la voz y no la acción. Y es lo que precisamente desarrolla Luis Muñoz Oliveira en las páginas de su novela. Su narrativa presenta una polifonía de voces que invita al lector a que sea cómplice de las desgracias, la muerte inesperada, la inocencia, el sarcasmo y la desfachatez de sus personajes. Busca un lector-camarada en el camino.
Los conflictos padre-hijo nunca estuvieron en la mente de Luis Muñoz Oliveira, ya que la relación con su padre es saludable y amable. Todo se movió cuando leyó “La Hermandad de la Uva”, de John Fante y “Carpe Diem”, de Saúl Bellow, novelas en las que los padres muestran indiferencia total por sus hijos.
“Ningún padre es tan perverso como el mío, creo que Sebastián lo tuve que llevar muy al extremo para que se visualizara realmente la pugna. El padre de mi novela es un padre bastante vil y difícil. Es un problema clásico que vale mucho la pena tratarlo: cómo los hijos no terminamos de aceptar a nuestros padres y me imagino que también sucede viceversa, el padre se desilusiona completamente de su hijo”.
-¿En qué sentido es más vil y perverso Sebastián?
Es un tipo al que no le interesa qué piense su hijo de él. Entonces en realidad es un hombre egoísta y cada cosa que haga su hijo es insignificante o un estorbo. A Esteban le cuesta trabajo salir al mundo, me imagino que a cualquiera le costaría trabajo tener un padre así, ¿no? Al contrario, si fueras el amigo del hijo, seguramente encontrarías al padre como una persona muy simpática y un confidente en las borracheras. Hay ocasiones en que los padres de tus amigos nos caen muy bien aunque el hijo no lo soporte.
-¿Qué nos dices de Esteban? ¿Cómo perfilaste a este personaje?
Esteban me parece un personaje soso. Creo que es un personaje que se desarrolla bastante bien en la novela, sin embargo me parece un personaje insípido. Venía muy bien un personaje soso frente a este padre tan carismático, que le cae bien a todo mundo. El contraste me pareció bastante interesante porque además siendo retraído pude marcar más la diferencia entre ellos.
-Dicen que la primera novela define el rumbo de un escritor, ¿Por qué abordar esta temática padre-hijo?
Estoy interesado en los temas humanos. Me gusta la literatura que pretende ser profunda sin ser aburrida, y creo que se puede lograr perfectamente un equilibrio entre una novela que se lee muy bien y que también logre llegar a las profundidades de los personajes. Fue lo que intenté hacer con Bloody Mary. Los seres humanos somos verdaderamente terribles.

-Esta forma narrativa, las distintas voces, ¿Cómo llegaste a definir el tono?
Podría haber hecho que Esteban contara toda la historia y aplicar flash back, pero lo que pasa con los flash back es que te quedas solitario con el personaje. Hay cosas que el personaje no vio y que no puede contar. Me resultaba muy interesante el uso de varias voces porque permite a otros personajes contar distintas cosas que son importantes en la vida del personaje principal. En este sentido, las voces múltiples son muy útiles.
-La novela qué tanto es autobiográfica. Me dices que te llevas bien con tu padre, ¿Retomas algunos elementos de tu vida cotidiana, de tus amigos?
En el gran planteamiento de la novela no hay nada autobiográfico, sin embargo, claro que hay pasajes de la novela que corresponden a mí vida. Viví ciertas escenas en algún bar por ejemplo. Hay una parte de la novela donde aparece Luis Muñoz Oliveira, que es como un chiste al estilo Hitchcock, que casi siempre se metía como extra en sus películas. Es un jueguito de espejos. En realidad es un juego de ficción sin superar a la realidad, por eso me cuesta tanto leer las novelas de fantasía y de ciencia ficción.
-¿Cuáles son estos personajes públicos que odia Sebastián?
El padre es un tipo que aborrece cómo está el país en muchos niveles. Él si bien es un conservador no al estilo panista, está haciendo referencia a este gobierno mocho que tenemos los mexicanos. Por otro lado, no soporta la falta de educación del pueblo, siempre está hablando pestes de lo poco educados que están los mexicanos. Obviamente lo hago como una forma de provocar. A veces hablando pestes del nacionalismo y de cómo están las cosas, puedes provocar algunas risas o estados de furia.
Hemorragia de palabras
Luis Muñoz Oliveira es un hombre relajado. Pareciera que cuando habla sus palabras se congelan en el espacio, no tienen prisa. Ante el rechazo y la incertidumbre de Bloody Mary, el también profesor de Filosofía y Letras, decidió guardarla en el cajón y escribir otra novela. Pasaban los meses y ya había asumido un “no” como respuesta de la editorial RHM. Era un escenario fatalista como el que sufrió Miles, el personaje entrañable de la película Sideways (Entre copas, EUA 2004).
Un día cualquiera, a las 9 de la mañana, no había salido el sol y a Luis Muñoz Oliveira ni le interesaba. Cuando llegaba a la Facultad sonó su celular y le dieron la noticia entre el murmullo de los estudiantes. Fue un día feliz. En el trayecto al salón de clases, recordó en pocos minutos su infancia y su amor por la escritura. De niño se entretenía con las aventuras de Sandokán del escritor italiano Emilio Salgari. Poco después, a los 13 años, leyó sus primeras novelas. Le gustó muchísimo “La broma” y “La insoportable levedad del ser”, de Milan Kundera; sobre todo, le encantó la ironía salvaje de los cuentos de Jorge Ibargüengoitia.
“No tengo a ningún escritor en la familia, se dedican más a la academia. La imagen del escritor siempre me llamó la atención. Pensé estudiar letras hispánicas y unas de las cosas que me hizo desistir es que todo mundo me dijo que los que estudiaban letras nunca terminaban como escritores. Entonces dije ‘bueno si estudio filosofía le va a dar profundidad a mis personajes’. Siempre quise escribir”.
-¿Por qué se llama la novela Bloody Mary?
Bloody Mary es obviamente un trago que lleva vodka, jugo de tomate, pimienta, un poco de sal, limón, apio, quizá pepino. Es una bebida que se toma en las mañanas, es casi como un desayuno. Los gringos la toman en el almuerzo. Puedes ver la escena los domingos en algún lugar de Nueva York a las 11 de la mañana, sirven desayunos muy abundantes y una de las cosas que te ofrecen es un Bloody Mary.
En la novela funciona como una bebida para la cruda y como Sebastián es muy bebedor, generalmente se toma sus buenos Bloody Mary. Pero además, Bloody Mary hace referencia a María Tudor, de ahí seguramente le pusieron el nombre los que inventaron el coctel. María Tudor es conocida como “María la sangrienta”, que estuvo marcada por la fatalidad. Fue la hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII. Y si bien este personaje histórico no le gustaba mucho a Sebastián, porque él es un anticatólico, le agradaba el nombre aristócrata, porque él se siente de esa época.
-¿Cuánto tiempo tardaste en escribir la novela?
Cuando tengo claros los personajes y la trama, voy de principio a fin. Una vez que tengo esa primera carcasa o ese armazón, corrijo. La primera versión de principio a fin la hice muy rápido, me tardé un verano, tres meses. Pero claro, eso nada más es contar la estructura básica, luego hay que corregir, cambiar las voces, encontrar el tono que es lo más complicado. Si me hubieran aceptado la novela en su segunda versión, seguramente la habría acabado en seis meses. No me acuerdo quién lo dijo, creo que Alfonso Reyes, “Lo bueno de publicar, es que dejas de corregir”.
-¿Cómo han recibido tu novela?
He tenido bastantes críticas. Unos dicen que les gusta mucho, a otros no les gusta tanto. Es una novela que se lee muy bien y eso es una ventaja. Quizá el principio es un poco pesado por las distintas voces pero una vez superadas las primeras páginas todo fluye.
-¿Qué tan complicado es entrar al mundo de las letras y toparse con grupos o mafias?
Mi novela no significó un primer contacto con el mundo cultural. Claro que hay grupos culturales, se nota en los premios, se nota en las becas, se nota mucho. Entonces uno tiene que saber que existen, pero creo que formar parte de los grupos culturales siempre termina complicando la vida del escritor. Quizá lo mejor es la independencia, pero tampoco existe. Uno va haciendo amigos en el camino y labrando su destino.
-En Trópico de cáncer, Henry Miller dice que un escritor necesita tres comidas al día para escribir sus novelas, ¿Te preocupa este mundo de las becas y los premios?
Sin duda. Si quieres vivir de escritor necesitas una beca o a menos de que vendas una cantidad abrumadora de libros, y creo que nadie lo hace, por lo menos mis amigos escritores no viven de la escritura. Viven de lo que publican en los medios, de los artículos y de las becas.
-¿Qué nos puedes decir de la disciplina del escritor? Dicen varios que escriben todos los días horas y horas…
Diario no escribo porque no tengo tiempo. Tengo que dar clases y prepararlas, entonces los días de escuela son días en los que no escribo nada. Quizá algún artículo para el periódico. Uno necesita concentrarse, no es que me siente frente a la computadora y fluya todo. La cabeza está distraída y es imposible. Pero los días en que no doy clases escribo, miércoles, jueves y viernes, pretendo escribir unas tres horas. Generalmente lo hago de siete a 10 de la mañana. Porque luego empieza la vida y te distrae. Hay quienes logran estar concentrados y como escriben ocho horas diarias, me imagino que son los que publican dos novelas al año…
-¿A qué escritor admiras?
Hay muchos escritores vivos que me interesan. Los tendría que dividir por país o por zona geográfica. Me gusta la literatura estadounidense. Hay que seguir a Cormac McCarthy, “Hijo de dios” es una novela estremecedora. Sin duda a Philip Roth, que tiene la otra vertiente. A mí me gustaría escribir como estos autores. Un poco la densidad de los personajes de McCarthy con la liviandad de Roth. Me encanta Coetzee, me pare que es uno de los grandes escritores vivos. Mexicanos me gusta Guillermo Fadanelli, creo que cada vez escribe mejor. J. M. Servín hace buenas cosas. Me gusta Luis Humberto Croswell y Elmer Mendoza. Me gusta muchísimo la claridad y la ironía de Rafael Pérez Gay.
-A tus alumnos, ¿Qué les recomiendas si quieren dedicarse a escribir?
Les recomiendo que no confundan literatura con filosofía. Pueden escribir ambas pero la combinación es muy complicada. Hay poco escritores que logran esta mezcla. Los problemas que se topan los personajes de las buenas novelas casi siempre implican una decisión moral. Ahí la literatura logra poner a la filosofía en práctica y eso me parece interesante. Les recomiendo que lean mucho y que escriban más. La mejor forma de pulir la prosa es escribir prosa y leyendo, no se me ocurra otra opción.